un año en madrid

Plaza de toros, Ventas.

Empecé a escribir algunas tribulaciones que me forcé a tener al pensar en nuestro primer aniversario en España. Algunas llegaron a buen puerto, otras eran simplemente inventivas formas de torturarme gratuitamente.
Tener que liquidar los días de vacaciones que me quedaban antes de que termine enero, pronóstico de temperaturas bajo cero toda la semana y un leve resfrío me pusieron 4 días enteros en casa, porque lo que decidí hacer algo un poco más productivo que andar lamentandome por mi mismo. Si por productivo es gastarme +100€ en un trípode, luces y químicos para revelar y digitalizar los rollos que tenía sin procesar desde principio del 2022. En otro post me pondré un poco más técnico y contaré los cómos y los qué, pero ahora solo quiero mostrar algunas imágenes que hice ni bien llegamos a Madrid.

Lo primero que hicimos fue encontrarnos con Carla y Tom en el hotel en el que se estaban quedando, para ir hasta el airbnb que habíamos alquilado a unas cuadras.

Aunque el país es sumamente soleado, es tal la densidad urbana que encontrar un cacho de sol dentro de un departamento es complicado

El departamento estaba horriblemente decorado, como ya alguna vez conté, pero estaba perfecto y el barrio nos encantó. La primer semana Carla y Tom se encargaron de que no nos desesperemos queriendo hacer mil cosas para las que, más tarde nos daríamos cuenta, no estabamos preparados. Nos dedicamos a pasear por el barrio, turistear.

La Carli y la Sari
Av. Daroca
Puente de Ventas

Una de las cosas que más me gustaban del barrio era tener «tan» a mano el Retiro. Pese a que es un lugar extremadamente turístico y está siempre lleno de gente, tiene ciertas áreas en donde aún se puede encontrar algo de tranquilidad.

Tom, Carla y Sari en el Retiro.
El charco del Retiro.
Árboles raros.
Sari viendo patitos.

Incluso hicimos un viajecito de un día a Toledo, visita que repetimos con Mati en octubre.

Cervantes, supongo.
Cuánto de todo esto estará hace 200 años, y cuánto hace 20?
Juego de tronos, una alubia.

Cuando se fueron los chicos, nos tocó empezar a idear cómo seguía todo esto. Encontramos un bucle en donde sin alquilar no nos podíamos empadronar, sin empadronarnos no podíamos hacer nuestros documentos, sin documentos no podemos trabajar, y sin trabajar no podemos alquilar. Decidimos que aunque teníamos que dedicarle todo el día a buscar laburo y departamento, nos teníamos que tomar al menos las tardes para seguir paseando y disfrutar un poco.

Casa Pibe
San Gines completamente vacía.
Al madrileño estándar medio que le preocupa poco toda la historia con Catalunia.
Las últimas fotos pseudodecentes que sacó la Olympus XA2
El Tigre, bello lugar.

Para variar, y después de 3 semanas de bastante malestar, el último día antes de que nos echen del airbnb, encontramos un departamento que aceptó nuestra condición de inmigrantes pre-legales. Vino con sus… condiciones, por así llamarlo, pero acá estamos aún. Hace casi un año que vivimos en la parte más sur de Carabanchel y le hemos tomado cariño.

Lo que creo es una sección de túnel del metro.
Chiringo
Espejo gigante del departamento y última foto del rollo.

Las cosas han mejorado, o por lo menos empezaron a recomponerse. De a poco nos damos lujos como éste por ejemplo, volver a usar la cámara analógica. Comprar algo de ropa porque nos gusta y no solo porque la necesitamos o hacer algún viaje. Creo que el lujo más grande que nos podemos dar es pensar en el futuro.

Cuesta, pero no se si nos costaría menos en Buenos Aires, Casares o Córdoba. Quizás desde acá tenemos que demostrar un poco más vehementemente que «estamos bien» y eso le agrega un poco de presión al asunto. Hay días malos, días buenos. Días BigMac, como los llamo: exactamente iguales en cualquier lugar del mundo (desayunar->trabajar->almorzar->trabajar->cocinar->cenar->dormir), en donde cambia el bondi que te tomás, o el acento de los que te rodean. Pero sigue siendo el mismo Big Mac. Días en los que disfruto ser «el argentino», y otros en que preferiría que nadie, español o argentino, me recuerde mi situación geográfica.

Veremos qué nos depara el 2023.

Un comentario en “un año en madrid

  1. A la distancia, calificaría este año que pasó como de adaptación, pre madrileño, pre hispánico. Creo, sin temor a equivocarme, fue POSITIVO y fundacional de lo por venir. Aunque me comprenden las generales de la ley, les auguro lo mejor, como pareja y como inmigrantes que fueron pre aceptados como pares. La consigna sería seguir mirando siempre hacia adelante y que el pasado no les gane la batalla. Un fuerte y sincero abrazo al hermano de mi hija y un beso a la cuñada de mi yerno (próximamente en esta sala). Ruben.

Deja un comentario